Pero las iniciales de su protagonista (EGO) no son reflejo del espíritu y la identidad que Eduardo Guindo Olmos ha venido inculcando a sus trabajos de arquitectura. Y ahí ya nace el principio de una filosofía, de una ventaja diferencial con una clara vocación comercial pero sin renunciar al buen hacer tradicional.
A ambos nos unió el deseo de abrir un nuevo horizonte en la búsqueda de nuevas oportunidades mas allá de nuestras fronteras.
Un proceso de evolución que se plantea cuales serán las nuevas necesidades de las personas en el siglo XXI. Y en ese esfuerzo Eduardo y yo hemos sido compañeros y observadores de esas tendencias que muchas veces ignoran la atención al detalle y sacrifican el afán de servir por la obsesión de vender.
Como arquitecto Eduardo ha entendido que el espíritu comercial es fundamental para dar salida a proyectos complejos pero que el esmero de artesano en la búsqueda de soluciones constructivas debe seguir siendo el fundamento para aquellos que escuchan a sus clientes, se esfuerzan por entenderles y compartir ese protagonismo como artífices del espacio que escogen para vivir.
